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domingo, 30 de septiembre de 2012

Continua las investigaciones sobre Manolita de Jerez, espero disfruten de estas audiciones

viernes, 15 de junio de 2012

domingo, 10 de junio de 2012

Francisco Tomás Pavón Cruz: Vida y obra


Introducción:
Reconocido unánimemente por aficionados, críticos y artistas del flamenco como uno de los mejores cantaores gitanos de todos los tiempos, Tomás Pavón Cruz nació en el sevillano barrio de la Puerta Osario, más concretamente en el número 16 de la calle Leoncillos, el 16 de Febrero de 1893. Vino al mundo a las nueve y media de la mañana, la misma hora a la que nació su hermana Pastora y el mismo mes. Fue siempre un niño esquivo y apocado por un defecto físico de nacimiento, por lo que vivió gran parte de su vida enclaustrado en sí mismo, como un genio en su lámpara. Gran lector de novelas, como su padre, amante del compositor polaco Chopin, aficionado a la pesca fluvial y a las manualidades, se resistió sistemáticamente a cantar en locales comerciales, dedicándose sólo a fiestas privadas y familiares. No le gustaba divertir a la gente, como le pasaba a su hermano Arturo, otro gran cantaor sevillano; y a su hermana Pastora, la célebre Niña de los Peines, aunque ella tuviera que hacerse artista obligada por las penurias familiares; entre otras razones para ser de por vida el puntal económico de su hermano Tomás, quien nunca tuvo casa propia y, después de una vida marcada por las desventuras y las enfermedades, abandonó este mundo en una humilde habitación de la Plaza de la Mata, en plena Alameda de Hércules, que le habían dejado su hermano Arturo y su cuñada Eloísa Albéniz. Allí murió, el día 2 de julio de 1952, rodeador por su familia y algunos amigos, un cantaor que hizo de la soleá, la seguiriya y las tonás una obra de arte.
Por fortuna, y aunque era también poco amigo de grabar discos, dejó para la posteridad una obra discográfica que, aunque exigua, servirá para que su nombre y su recuerdo subsistan por los siglos de los siglos. Era un genio y salió pocas veces de su lámpara, que era la Alameda de Hércules; en ocasiones, sólo para partirle el alma a alguien con su cante en algún pueblo de Andalucía. A continuación nos adentraremos de manera más formal en la vida de este cantaor sevillano de ascendencia gitana y que dentro del mundo del flamenco fue mucho más que el hermano menor de la célebre Niña de los Peines.

La casa de los Pavón:
            El padre de Arturo, Pastora y Tomás Pavón Cruz, Francisco Pavón Cruz, al que apodaban el Paíti, era del Viso del Alcor, aunque se crió en Tocina, de donde era su padre, José Pavón Oliveira. Éste era hijo de Francisco Pavón, de Cantillana, y de Mª Jesús Oliveira, de Mairena del Alcor.
            Hemos llegado a encontrar datos sobre los tatarabuelos paternos de Tomás, Juan Cruz Salguero e Ignacia Cruz Romero, ambos nacidos en el Viso del Alcor en el último tercio del siglo XVIII. El primer hijo de estos, Gabriel de la Cruz, se casó con Mª Dolores Carillo Jiménez en el Viso del Alcor. Fruto de la unión entre ambos es Mª del Rosario de la Cruz Carillo, la cual se casó con José Pavón Oliveira y vivieron en el Viso, donde tuvieron tres varones. El padre de Arturo, Pastora y Tomás fue el primogénito, el segundo, Gabriel, y el tercero y último, Antonio (tuvieron también dos hembras, Mª Jesús y Rosario).
            Parece ser que el abuelo paterno de Tomás era guardagujas y que la familia vivía en Tocina, siendo conocidos en el pueblo como los Calafre.
            Los Pavón estuvieron muy bien relacionados con los más ricos del Viso, los López de Tejada. Es probable que los Pavón sólo fuesen empleados de esta familia, aunque lo es también que fuesen solo amigos.
            Los Pavón eran amantes de la música clásica y la lectura, algo anómalo en los gitanos de aquella época. El padre de los tres hermanos Pavón, el Paíti, como ya hemos comentado, era muy aficionado a las novelas. Arturo Pavón, el mayor de los hermanos, era un entusiasta del compositor Beetovhen y a Tomás le encantaba Chopin, del que se atrevía incluso a hacer juicios en reuniones sobre su avanzado concepto de la armonía.
            Sobre si hubo más cantaores en dicha familia con anterioridad a los tres hermanos Pavón, Pastora Escacena (única hija de la Niña de los Peines), cuenta que su bisabuelo Tomás era un gitano con mucho arte:
Me contaba mi madre que era muy gracioso y que cantaba muy bien por tangos y martinete. Tenía una herrería en Arahal, donde nació mi tío Arturo, que fue el primero de la familia que se dedicó al cante. Mi abuela Pastora, la madre de mi madre, era una gitana de rompe y rasga, de esas que paraban los coches de caballos cuando iba por las calles de Sevilla. En una ocasión que entró en la Plaza de Toros de la Maestranza para vender claveles le tocaron la Marcha Real. Bailaba muy bien y cantiñeaba algo, como otros miembros de su familia. De mi abuelo, el Paíti, sé muy poco; sólo que sabía mucho de cante y que era un gitano con una fuerza brutal. Yo no lo conocí porque murió antes de que yo naciera.”

            También sabemos que Arturo Pavón, hermano de Tomás y Pastora fue el más estudioso de los tres, de esto queda constancia gracias a su hijo Arturo Pavón Sánchez, célebre pianista que en un futuro contraería matrimonio con Luisa Ortega, hija del excelente cantaor sevillano Manolo Caracol:
“Mi padre fue fragüero hasta los 16 años. Con esa edad ya cantaba en fiestas y en tabernas, y como le daban dinero, en muchos casos tres veces más de lo que ganaba en la fragua matándose a trabajar, se hizo profesional del cante. A principios de siglo se codeaba con Chacón y Fosforito el de Cádiz. Dicen que entonces tenía una de las voces más potentes de Sevilla. Una noche estaba cantando en el Cine Hispanoamericano, de la Alameda, y dicen que El Gallo, Rafael, lo escuchó desde la otra punta de la Alameda, donde vivían los Gallos. Le llamó tanto la atención que preguntó por él muy interesado. Entonces, alguien le dijo que era un muchacho de la Puerta Osario. Y como, además de sus facultades, era tan buen aficionado… Era el mejor aficionado de la familia, al que más le gustaba estudiar y aprender distintos estilos de seguiriyas, soleares, martinetes. De martinetes llegó a saber cien clases distintas, que es una barbaridad”.

Pastora Pavón declaró en más de una ocasión lo buen cantaor que era su hermano mayor:
“En Sevilla, que era donde yo había nacío y vivía, me conocía tor mundo na ma que por la hermana de Arturo. Arturo, mi hermanito, era un cantaor de mucha fama”.

            Fue el primer maestro de Pastora y, algo más tarde, al quedarse definitivamente sin voz, su representante y fue también el maestro de Tomás, al que con ocho o diez años, su hermano Arturo llevó a un local de Madrid en el que gustó mucho, pero el gitanito era muy raro y sólo le gustaba cantar en privado y en reuniones que fueran de su agrado. Es muy probable que fuera en el Café del Brillante, donde debutó también su hermana Pastora.
            Arturo fue durante muchos años el primer admirador de su hermano Tomás, el cual se convirtió en el rey del cante en la Alameda y el más buscado para las fiestas. Pero debido a su delicado estado de salud, en ocasiones dejó de acudir a buenas fiestas, por lo que un corredor de fiestas de la Alameda, Juan El Tanque, comenzó a promocionar a Antonio Mairena, entonces un cantaor muy poco conocido que quería meter la cabeza y destronar a Tomás Pavón de su reinado.
            Hemos encontrado que una noche, en el Bar Pinto (propiedad del cantaor Pepe Pinto y cuñado de Tomás), Arturo agredió de forma violenta a Juan El Tanque, por el motivo ya comentado y fue detenido por la policía.
            El primer cantaor de los Pavón (Arturo), murió el 31 de diciembre de 1959 a causa de arterioesclerosis, a la edad de 77 años, siendo enterrado en el cementerio de San Fernando de Sevilla junto a su hija, Pastora Pavón Sánchez, que murió de una terrible enfermedad en el mes de febrero de 1941, con sólo 19 años de edad.

El Príncipe de la Alameda:
            Coinciden muchos entendidos, críticos, pensadores y analistas del flamenco en calificar a Tomás Pavón como el gran genio del cante de todos los tiempos. En efecto, estamos ante un verdadero prodigio, ante el único, quizás, al que nadie ha analizado jamás desde una actitud crítica ecuánime, fría, sino desde la admiración y el apasionamiento, desde el reiterado elogio a sus asombrosas facultades, su hermoso metal de voz, su singular manera de engarzar o ligar los tercios hasta apurar el aliento, su técnica natural envidiable y, sobre todo, sus conocimientos sobre el cante, que no siempre han sido suficientemente considerados, quizás porque su obra discográfica fue corta y de escasa variedad de estilos. Sin embargo, Tomás fue, sin la menor duda, un cantaor de ensueño, el verdadero de arquetipo de cantaor rotundo.
            De ensueño, pero raro como un perro verde. En los años 40 fue a una fiesta con Juanito Valderrama, que empezaba entonces. Tomás cantó como siempre, de forma genial. Cuando acabó de hacer maravillas en soleares, seguiriyas y tonás, el señor Cerezo, que era el señorito que pagaba la fiesta, le pidió al joven Valderrama que cantara algo para ellos. Como este cerraba los ojos al cantar, los invitados a la fiesta y el propio anfitrión, se mofaban de él. Tomás se dio cuenta de la burla, se levantó, mandó a los señores a donde picó el pollo y le dijo al chaval de Torredelcampo: “vámonos de aquí Juanito, que tú no eres un cantaor de borrachos”. Esa noche, el menor de los Pavón marcó el destino de una nueva estrella del universo flamenco, Juanito Valderrama, pero perdió para siempre una buena fuente de ingresos económicos para él y su compañera, Reyes Bermúdez, porque el nuevo apoderado no volvió a llamar para que le cantara a él y a sus nuevos amigos.
            Juanito Valderrama llegó a Sevilla después de la guerra civil del 36 y se instaló en la casa que Pastora y Pepe Pinto (marido de la misma), tenían en la calle Calatrava. Por este motivo, el cantaor de Torredelcampo tuvo la oportunidad de convivir también con Tomás y de saborear su cante en la intimidad.
            Tomás Pavón no ha sido el único “raro del cante”, aunque sea uno de los primeros de la larga lista. Hubo otro Tomás que nació cuarenta y tres años antes que él y al que apodaban El Nitri. Nacido el 14 de enero de 1850 en el Puerto de Santa María, siempre huyó de las tablas y jamás quiso competir con su coetáneo Silverio Franconetti. Era un cantaor gitano al que sólo le gustaba cantar en las fiestas. Se cuenta de él que en una ocasión se fue de una fiesta del Duque de San Lorenzo porque este no paraba de hablar mientras él cantaba.
            Enrique El Mellizo era otro “raro” de la historia del cante jondo. Nacido en Cádiz el 1 de diciembre de 1848 y fallecido en esta misma ciudad el 30 de mayo de 1906, era un gitano que, como Tomás Pavón, se metía en las iglesias a escuchar cantar a los curas y a tomar el fresquito. También era introvertido y esquivo, sociable a su manera y sobre todo, aficionado a estar a gusto entre personas de su entorno afectivo.
            Se ha hablado y escrito mucho de las rarezas de otro fenómeno del cante, Frasco El Colorao, del pueblo sevillano de Gelves, aunque criado en Triana. Y del jerezano Loco Mateo y Frijones, cantaor errante que abandonó su Jerez natal para acabar sus días en Sevilla, donde tuvo mucha relación con los Pavón. Y, por supuesto, de Manuel Torre, el más “raro” de todos. De ahí que una vez lo llamaran para cantar en Cazalla de la Sierra y dijo mil veces que no cantaría en ese pueblo, “que está mu lejos pa el expreso de Cái”. Así llamaba a un borriquillo que tenía, con el que se desplazaba a los pueblos a cantar y a correr las liebres. Lo intentaron dándole el doble de dinero que solía cobrar, pero no hubo manera de convencerlo. Hasta que llegó un señor del campo que conocía sus rarezas y le dijo: “Manué, si vienes a cantá a mi pueblo te regalo un galgo que coge a las liebres andando sólo con las patas”. A Manuel Torre, al que apodaban “El Majareta”, se le pusieron los ojos como dos sandías y dijo que sí al dueño del perro.
            Tomás era muy parecido a él en sus rarezas, pero llevó siempre una vida más tranquila. Era, en efecto, una persona paradójica, fantástica, pero creó un mundo particular para vivir en él y fue feliz a su manera.

Un niño tímido, acomplejado y enfermizo:
Desde su infancia y hasta su muerte, Tomás fue siempre un ser humano desdichado. Dios, al que le pedía por seguiriyas un remedio que acabase con su mal y el de su compañera (esto lo podemos ver reflejado en la audición de una seguiriya que lleva el título de Y Dios mandó el remedio), consintió que naciera con un defecto en una de sus piernas, siendo por este motivo un niño maniático. Nació con una extraña distorsión en uno de sus pies que le impedía andar con normalidad. Para hacernos una idea del problema, pisaba el suelo con el tobillo. Como su padre era un buen herrero le fabricó una especie de bota de metal y logró corregirle aquel defecto, eliminando casi por completo su cojera, aunque sin impedirle que le quedara una pierna más delgada que la otra, lo que le produjo siempre un gran complejo.
            Las desgracias no le abandonaron nunca. Sufrió una delicada operación de estómago que estuvo a punto de costarle la vida. Lo operó su amigo y gran aficionado, el doctor don Cristóbal Pera. Cuando vinieron por él para llevárselo al hospital, como la casa estaba con un metro de agua por una de aquellas travesuras del Tamarguillo, que se desbordaba cada vez que se enfurecían las nubes del sur, lo tuvo que sacar su hermano Arturo en brazos y meterlo en la ambulancia.
            Fue por esa época, en la década de los cuarenta, cuando Antonio Mairena, que era de la familia, comenzó a tratarlo con más intimidad y a cantar con él en algunas fiestas. En sus Confesiones, el maestro de Mairena le dedica unas líneas y relata una fiesta en La Vinícola en la que cantó genial y acabó con ella, algo que pasaba con mucha frecuencia:
“Fue una noche en La Vinícola, en la Plaza del Duque, entre Semana Santa y Feria. La reunión era de lo más apropiado, pues se puede decir que allí estaba toda la crema de los buenos aficionados que había entonces en Sevilla. Allí estaban las hermanas Pompi, Pepe Torre, María Moreno, Caracol (padre), Rafael Ortega, Enrique el Almendro, Manolo de Huelva, el Niño Ricardo, Juan Talega y yo, que había sido invitado también. ¡Ah!, y también estaba Pepe Suárez, al que me he referido en otras ocasiones. Pepe Suárez cantaba bastante bien y era, sin duda, el mejor aficionado que había en Sevilla. Era representante de González Byass y gozaba de buena posición económica, estando asimismo muy bien relacionado con el señorío que quedaba entonces. Ayudaba mucho a los artistas porque era un hombre bueno y generoso.
Pues bien, en aquella ocasión todo era solemnidad y esperar que llegara el momento de los duendes. Para empezar la fiesta, el aficionado más autorizado de los que allí había, Gabriel Gallardo, de Puebla de Cazalla, dijo:
-           Señores artistas, ¿a quién le corresponde salir cantando?
Nos miramos unos a otros y yo salté:
-          Yo soy el primero en cantar.
Salí cantando por bulerías, y la fiesta se fue animando. Unos cantaban con más calidad que otros, pero todos de bien para arriba. El último fue Tomás Pavón, que estaba sentado a mi vera y me decía:
-          Primo Antonio, ¡qué malo es tener que cantar sin poder beber!
Porque Tomás sufría una dolorosa enfermedad y no podía beber vino, sino que se tenía que limitar a tomarse un vaso de leche. Pero tenía que cantar. Y fue y le dijo a Manolo de Huelva:
-          Toca por soleá.
Cuando Tomás se templó, yo sentí un escalofrío. Estuvo cantando media hora por soleá: los cantes de Alcalá, de la Serneta, de Enrique el Mellizo, de José Illanda, de Frijones y de Triana. La reunión rayaba en el delirio ante aquel gran manantial de cantes. Todos nos mirábamos atónitos, sin saber qué nos pasaba. Y entonces se le ocurre a Gabriel decirme:
-          Mairena, ¿quiere usted cantar un poco por seguiriyas?
Y mi contestación fue rotunda:
-          Nadie puede cantar.
Y Tomás añadió:
-          Señores, perdonadme; que lo que tengo que cantar esta noche lo voy a cantar seguido, y el corazón me pide cantar por seguiriyas.
Y luego se dirigió a mí y me dijo:
-          Primo Antonio, perdóname que yo lo cante todo junto, que después no podré cantar.
Y yo noté en la cara de Tomás que el duende se le había enredado y que era el momento preciso de desprendérselo para deleite de aquella reunión. Y lo que luego ocurrió no se puede describir, ni volverá a repetirse nunca. Yo no había escuchado cantar en mi vida como cantó Tomás aquella noche: cerca de una hora cantando por seguiriyas de distintos matices, que nos sacudieron a todos de forma irresistible, algo sobre natural. Naturalmente, cuando Tomás terminó, ya no se volvió a cantar más”.
Para colmo de sus desdichas, un quiste en las cuerdas vocales le hizo entrar de nuevo en el quirófano, en estas ocasión de la mano del doctor don Julio Cobos, quien lo tuvo tres años sin cantar y hablando sólo lo imprescindible. Estaba en el bautizo de la hija de una amiga de la familia, bailarina, se preparó para cantar y no le salía la voz. Su hermano le preguntó si había bebido algo fresco y le contestó que no, que sólo había tomado café, como de costumbre. Al día siguiente fue a la consulta del doctor don Julio Cobos y éste le dijo que había que operar con urgencia porque el quiste tenía muy mal aspecto. Tomás no se lo podía creer: “¿Es que tó me tiene que pasá a mí?”, se preguntó con amargura. Lo operaría con la condición de que tenía que estar tres años sin cantar y sin apenas fumar, que era peor noticia aún, porque Tomás fue siempre un fumador empedernido.
            Se tomó muy en serio las recomendaciones del médico y estuvo algo más de dos años sin cantar. Sin embargo, y aunque parezca un contrasentido, aquellos fueron los mejores años del pobre Tomás, porque dicen que lo pasó pescando, que era su otra gran pasión. Se hacía incluso sus propias cañas, jaulas para pájaros y otras manualidades. Por las mañanas se ponía su gorra blanca, cogía su morral y su caña de mimbre, fabricada por él mismo y se pasaba horas y horas pescando barbos en la Barqueta, hasta que poco a poco fue recuperando la voz.
            Sin que nadie de la familia lo supiera comenzó a cantar aprovechando sus ratos de pesca en la Barqueta, creando cantes hasta que definitivamente fue recuperando su voz. Hasta que un día de San José, hallándose en una fiesta que su cuñado Pepe Pinto daba para celebrar el día de su santo, se arrancó por seguiriyas. Fue en el domicilio de Pepe y Pastora, en la calle Calatrava; entre los invitados estaban el Niño de Aznalcóllar, el Chico de la Rumba, la Perla de Triana, Arturito Pavón, Arturo padre, Melchor de Marchena y otros amigos de la familia. Cantaron todos, y un enfurecido Tomás le dijo a Melchor: “Pórmela al tres que voy a cantá por seguiriyas”. Se hizo el silencio, cantó Tomás diez o doce cantes y todos se volvieron majaras. Según Arturo, Pastora, enloquecida, se quería tirar por el balcón. Es sabido que lo de Pastora por su hermano Tomás era verdadera religiosidad.
            La desgracia más grande se la tenía reservada el destino en la última esquina de su vida: murió de un cáncer de pulmón a los 59 años de edad. La vida se portó muy mal con este genio, ya que debió tener algunos momentos felices, como es lógico, pero pocos. Con razón dijo un conocido pensador del flamenco, Augusto Butler, que su sonrisa era como una mueca dolorosa y que su mirada fue siempre tan triste como un campo sin margaritas.
            Pepe Pinto hizo todo lo que estuvo a su alcance para salvarlo; en varias ocasiones lo llevó a Madrid para que lo viera el doctor Peña Márquez, un buen especialista, pero fue imposible: el viejo tumor que le fue extirpado se le reprodujo de nuevo y se extendió a los pulmones.

¿Cantaor de fiestas desde sus comienzos?
            No se tienen noticias de que el benjamín de la casa de los Pavón llegase a cantar en cafés cantantes, circos ambulantes, teatros o ferias de pueblos. Al menos, hasta ahora no ha aparecido ni un solo cartel donde aparezca su nombre, como tampoco hemos visto jamás una reseña periodística de alguna actuación suya en un teatro. Lo que si se tienen son testimonios de algunos cantaores de su tiempo, como el de Pepe Marchena, que damos a conocer:
“Luego me vine a Sevilla a cantar a El Duque. Cantaban conmigo José Rodríguez El Colorao, Fernando El Herrero, Rafael Pareja, Salvaorillo, que era compadre de Chacón, El Gordote y Cayetano el Pintor, que tenía sus oficios por el día y por la noche cantaban en fiestas que se terciaban. Los profesionales, es decir, los que vivíamos de eso, éramos, a parte de mí, que era el más joven, Chacón, Pinto, Torre, Carbonerillo y Tomás Pavón, que actuábamos juntos en El Novedades, cobrando un duro los normales, ocho pesetas las figuras y doce Chacón.
En esta época se cantaba de todo, pero lo que le gustaba a la gente, como siempre ha pasado, eran los fandangos; en cuanto a los intérpretes, los mejores y los que más agradaban al público eran Tomás Pavón y Chacón.
            Esta declaración de Pepe Marchena nos da a entender que sí llegó a cantar en locales comerciales. Sin embargo, Fernando el de Triana, que lo conoció muy bien y era mayor que Marchena, nos vuelve a dejar con la duda:
“Es una verdadera lástima que este notable cantaor no se exhibiera en público, donde aseguro que tendría más porvenir económico y su fama se elevaría al sitio que a tan buen cantaor le corresponde.
            Su cuñada Eloísa Albéniz, en una entrevista con motivo de su noventa y tres cumpleaños, también nos habla de su cuñado Tomás Pavón, aportando nuevos datos:
“Tomás era un cantaor maravilloso, con una voz muy musical y una técnica impresionante. Mi marido lo presentó en Madrid cuando tenía diez años y formó un alboroto; se lo comían los madrileños. Pero era muy raro y no quería teatros, él cantaba solo en fiestas, y en fiestas muy especiales. Algunas veces iban a buscarlo a mi casa, donde vivía y le decía a Reyes, su compañera: “Yo a esa fiesta no voy ni amarrao; si quieres vas tú”. Y Reyes se ponía negra, porque sabía que no tenía ni para poner el puchero al día siguiente”. En más de una ocasión empeñó algunos de los trajes de Tomás, que estaban sin estrenar. Recuerdo que cuando fue a grabar a Barcelona nos llamó por teléfono y nos dijo: “Me quieren para que grabe unos cantes, pero en cuanto se descuiden me voy para la estación y ya estoy en Sevilla”. Sus discos son buenos, pero no dan la auténtica medida de su calidad como cantaor.
            Su sobrino Arturo se refiere a él como “un hombre oscuro, que no era amigo de cantar en el teatro; él cantaba en sus fiestas, cantaba para sus amigos”. En efecto, cualquier cosa le molestaba. Cuando alguien iba a la Plaza de la Mata para que fuera a cantar a una fiesta, Reyes, su  compañera, levantaba la mirada y le pedía a Dios que aceptara, porque había que poner a hervir la olla. Pero Tomás sólo hacía preguntas y más preguntas: “¿Quién es el gachó?, ¿qué gente hay?, ¿hay alguien mareao o malage?, ¿hay mujeres?” y cuando se informaba bien del señorito que lo invitaba, le pedía algo por adelantado al intermediario, si al final invitaba la invitación. Entonces, Reyes se santiguaba diez veces seguidas y le quitaba las pelusas al mejor traje. Así era Tomás: dueño de su hambre, de sus miserias, pero puro como él solo.
            Pericón, el singular cantaor de Cádiz, se ponía malo nada más mirarlo a la cara, porque sabía de sus rarezas y del trabajo que le costaba templarse en cualquier circunstancia:
Yo le veía la cara a Tomás y me daba miedo mirarlo, y es que en la caseta de al lao había un pianillo que no paraba de tocar sevillanas, y el pobre Tomás na más que pensar que tenía que cantar con el pianillo aquel se ponía malo, hasta que ya el presidente de la caseta donde trabajábamos mandó dos o tres recaos y por fin consintieron de parar un rato el pianillo; entonces aprovechó Tomás para cantar por seguiriyas; cantó una vez y ya no cantó en toa la noche porque, desde luego es que allí no se podía, y por estas cosas decían después que si era mu raro, que si pacá… y lo que pasaba es que Tomás se tomaba esto del cante con una seriedad bárbara, y sabía que mucha gente de la que iba a los teatros y sitios así no entendía ni le gustaba de verdad el cante, y por eso no cantó nunca en un teatro, porque tenía conciencia de artista y sabía que sus cantes eran p´aficionados de verdad que supiera apreciar el valor de lo que hacía. Y además, es que la forma de cantar de Tomás requería una concentración que es muy difícil conseguir en un sitio así de mucho público, y luego entre los mismos aficionados, había quien decía que alargaba mucho los tercios, y era mentira, porque una cosa es alargar y otra engrandecer: alargar es lo que hacen algunos que parece que se han quedao dormíos en el cante, pero lo que hacía Tomás era coger un tercio del cante y en el mismo compás exacto le metía unos tonos y unas cosas que se volvía uno loco escuchándolo. Un monstruo”
Eugenio Cobo, en su documentada biografía del Niño de Marchena, asegura que Tomás cantó alguna vez en el Círculo Mercantil de Sevilla, donde trabajó de croupier Pepe Pinto. Eran fiestas para un selecto grupo de aficionados de mucho dinero: empresarios, ganaderos y hombres de negocios.
Tomás hacía muchas fiestas en lugares como éste y otros de Sevilla, como Los Tres Reyes, de  la calle San Pablo, y el Pasaje del Duque, al lado de la Campana. En este establecimiento se llegaron a dar grandes fiestas. José Arroyo Morillo nos da noticias de una especie de desafío que tuvo lugar en este lugar en los años veinte:
“Eran aquellos desafíos nobles, encuentros donde se ponían a prueba la valía y la elegancia de las personas. Tuvieron, en ocasiones, gran repercusión, y daban lugar incluso a incidentes en los que se manifestaba un amor y una intransigencia a ultranza por lo que se consideraba derecho y esencia del cante. Muestra de aquellos fue el que tuvo lugar en el Pasaje del Duque, de Sevilla. Se desafiaron a cantar don Antonio Chacón, la Niña de los Peines y su hermano Tomás Pavón, y les tocaba a todos ellos Ramón Montoya. Se dice de los que presenciaban y pagaban el desafío que fueron testigos de lo siguiente: La Niña de los Peines, su hermano Tomás y el “tocaor” Montoya eran gitanos y don Antonio Chacón, payo. El “tocaor”se inclinaba por los de su raza y parece que con su toque quería ayudarles a entorpecer a Chacón, que era el que estaba “pegando”. Chacón se da cuenta del engaño, se levanta, arrebata la guitarra a Montoya y reprueba su actitud. Se forma el consiguiente revuelo, se marcha Chacón y, al hacerlo, uno de los que presenciaba la cuestión, considerando que Chacón era el triunfador, intenta detenerlo, no lo consigue y entonces saca un billete de mil pesetas (un capital en aquel entonces), y se lo entrega a Chacón, y éste, caballerosamente, lo rehúsa. Dice que se lo den al “tocaor”. Con ello le humilla aún más.
           

jueves, 7 de junio de 2012

Tomás Pavón - Próxima publicación del Blog

Agenda de Flamenco. Todos los conciertos de Flamenco

Agenda de Flamenco. Todos los conciertos de Flamenco

Manolita de Jerez





Manuela Cauqui Benítez, cantaora de Jerez de la Frontera nacida el 16 de enero de 1925. La cual, llevó por todos los continentes del mundo el nombre de “Manolita de Jerez”.
Nació en  Jerez de la frontera, concretamente en la calle palma número 6. Hija de una familia humilde, la  segunda  de Diez hermanos de los que vivieron 7. Su padre era tabanquero, es decir, trabajaba en un tabanco (lugar de reunión, donde se servía vino y que pertenecían al circuito de lugares donde se cantaba flamenco), lugar donde Manolita empezó a cantar. Su afición le viene de su madre, la cual también cantaba muy bien, al igual que sus hermanos, y especialmente sus hermanas.  Desde chica su pasión era cantar.
Su primer espectáculo fue con 13 años, llamado “Ópera flamenca”, con 15 años cantó en el teatro Villamarta, en Jerez de la Frontera, esta fue de las pocas veces que cantó en Jerez, quizás por ello no tiene el reconocimiento que merece. Debido a qué dedicó gran parte de su carrera de cantaora a viajar con numerosas compañías por todo el mundo. En este teatro, se llevó a cabo una  comedia protagonizada por Lili Murati, la cual la quiso en su elenco debido al desparpajo que tan joven demostraba en el escenario. Pero Manuela decidió no ir debido a estar de luto por su el fallecimiento de su padre.
A los 16 años, tras ganar su primer concurso de saetas, en Radio Jerez,  en el cual ganó 1.000 pesetas y un ramo de flores entregado por el alcalde, se fue a Bornos a vivir una temporada con sus tíos que estaban mejor posicionados económicamente. Empezó a cantar en Bornos en casa de sus tíos, en fiestas, y en la semana santa, dónde se volvió una experta en el cante por saetas. Gracias a esto, una hermana de su tía, se la lleva a Madrid a trabajar en su casa y en una fábrica de salmón. 
Comenzó a cantar en las ventas, una de esta veces la vio Pepe Iglesias, más conocido como “El Zorro”  y pasó a entrar más tarde en su compañía, recorriendo diversas salas de la capital, están 4 o 5 meses en el teatro Pavón de Madrid.
Después se pasó a la compañía de Farina, y con esta estuvo otra temporada en Madrid. Más adelante pasó a la compañía de Ana Esmeralda, que se la llevo a Turquía, Francia, y gran parte de Europa.
Como vemos con apenas 20 años, Manolita había visitado y cantado en numerosos países. Podríamos decir, que esto es algo fascinante si tenemos en cuenta los malos momentos que vivía el país español.
Todo el dinero que iba ganando era prácticamente para su familia. Como ya dijimos anteriormente era de familia humilde, y  más aún sin la figura paterna. Todos los años volvía a su casa para ver a su familia, y gracias a ella no volvieron a pasar por apuros económicos.
En 1955 entró en la compañía de José Greco, a quién ella llamaba “su jefe” según pudimos leer en un artículo del periódico de Juan de la Plata.

 
José Greco era un bailarín y coreógrafo, quién recibió numerosos premios y reconocimientos. En 1949, Greco fundó la Compañía de Danza José Greco, donde Manolita trabajó durante muchos años, haciendo giras mundiales, películas y discos. Recorrió el Norte y el centro de América, Europa, Japón y Cuba. Siempre vivió con el pianista de José Greco, y con Lidia Lázquez.
La compañía estaba formada por José Greco como artista destacado, este era bailaor y bailarín, además de su mujer Lola de Ronda, también bailaora y bailarina, por un pianista, un guitarrista, niño Ricardo y por supuesto por la cantaora " Manolita de Jerez". Posteriormente, entra en la compañía el guitarrista Miguel, además de varios artistas que fueron pasando como Dolores Abril, la Polaca...
En América desarrolló la mayor parte de su carrera. Años llenos de alegrías y de millones de anécdotas. Llegó a participar en 2 películas (“La vuelta al mundo en 80 días” y “El barco de los locos”) varios discos algunos como solista y otros como cantora de atrás de José Greco. La mayoría de estos discos están en paradero desconocido, ya que todos los discos que tenía los iba regalando o prestando y nunca más se supieron de ellos, solo se conservan un par de ellos en manos de sus familiares.
Con todo esto no ganó mucho dinero, ya que siempre era el nombre de la compañía el que salía en todos sitios o el de José Greco. Por esta razón, es muy difícil encontrar contenido suyo en internet, archivos, libros… Además, por un fallo tipográfico en algunos discos de José Greco aparece como Manuel de Jerez en lugar de Manuela.
Según la propia Manuela todo el dinero que tenía se lo gasto en médicos, que no solo no la ayudaron a mejorar en su enfermedad sino que la empeoraron. Sobre los 40 años tuvo que volver de América, ya que cogió una infección que no supieron parar, al parecer según contaba ella, “el origen de esta infección vino de un corte con una lata al que no le di importancia y me bañé en una piscina de un hotel de América”.
A raíz de ahí todo le fue cuesta abajo, poco a poco la infección “Iritis” fue a más. Comenzó afectarle la vista, hasta el punto que tuvo que tomar una de las decisiones más duras de su vida, volverse de América, incluso rechazando una gira por Sudamérica. Comenzó a visitar a los mejores médicos de todo el mundo. Le quitaron su fantástica dentadura para intentar para la infección. Además, también la operaron de la garganta para ver si ahí podrían para la infección.
En estas visitas y operaciones perdió lo que tanto esfuerzo le había conseguido ganar, su dinero, su voz, y su futuro artístico.
Podemos decir, que si su carrera profesional no hubiera estado truncada por la enfermedad Manolita de Jerez hoy en día podría ser una figura importante del flamenco y ser reconocida.


Aun así Manuela Cauqui Benítez, fue una persona alegre, vital y supo resignarse a lo que le había sucedido, y gracias al cuidado de sus sobrinas, y hermanas, vivió una vida feliz. Se la recuerda por una persona alegre, que a todo el mundo agradaba, y a quien estaba a su lado le transmitía alegría.
Conoció a Carmen Amaya, Gary Cooper, “Cantinflas”, Loreta Young, entre muchos. 

 
La visitaron en su casa de la Plata de Jerez de la Frontera, en la que vivió junto a su hermana Juana, muchos de los artistas con los que estuvo trabajando, hasta el día de su muerte como fueron; Terremoto de Jerez, La Paquera de Jerez, La Piriñaca o Tío Borrico, y sobre todo José Greco, acompañado de su familia con la que tanto tiempo vivió, y los miembros de la compañía. Falleció el 10 de diciembre de 2010, a los 71 años de edad.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Manolita de Jerez

Proximamente haremos hincapié en la vida y el recorrido profesional como cantaora de Manolita de Jerez.
Espero que os guste.